lunes, 28 de junio de 2010

Llegó con tres heridas...y se fue con mil aplausos

lunes, 28 de junio de 2010 3
Sevilla estaba eufórica y exuberante este sábado. Una cabalgata para el Orgullo del Sur (en la que deberíamos haber participado todos por alusiones, ya que por el título entiendo que se alardeaba de ser sureño y no de otra cosa…), un concierto que llenó el Estadio Olímpico de seguidores que llegaron hasta allí buscando el descontrol vociferado por AC/DC. Sí, porque si alguien no tenía conocimiento de esto, AC/DC estuvo aquí… Pero permítanme que les diga, yo me quedo con mi plan. Un plan ni mejor ni peor, diferente. Un plan más apacible, cómodo, íntimo, delicado, melódico, poético y reivindicativo. Porque puedo decirles que el sábado pasó algo más que eso. Tuve una cita con Joan Manuel Serrat. Pero no estuve sola: 1799 personas más me acompañaron, porque el Teatro de la Maestranza se llenó hasta no poder más para ver un dúo tan increíble como real: Serrat (en cuerpo y voz) y Miguel Hernández (en alma y letra).

¿Una hora y media? No puedo decirles cuánto duró. Quedé embelesada desde el primer minuto, porque cuando te sientas allí, con el teatro a oscuras, la sala en silencio, aparecen los músicos tanteando el terreno y buscando su sitio en un escenario apagado, y la gente empieza a aplaudir con todas sus ganas, sabes que algo grande va a pasar. Y así fue.

Seis personas acompañaban a Serrat allí arriba, increíbles músicos a la altura de las circunstancias, una iluminación que hacía las delicias de los que allí estábamos, atónitos, ante un concierto que empezaba. Y por fin, sonó “la voz”. Al inicio, él seguía escondido entre bambalinas, pero su voz y “la herida del amor, la de la muerte y la de la vida” ya estaban por todos los rincones de la sala. En total fueron 20 los poemas que cantó para nosotros, mezcla de su último disco Hijo de la luz y de la sombra, junto al primero que publicó en 1972 con letras de Miguel Hernández. No voy a decir cuáles exactamente, puesto que no pretendo hacer de esta entrada una crónica al detalle de lo que pasó allí dentro. Eso me lo guardo para mí, y las 3600 personas que en total decidimos entregarnos al genio este fin de semana. Pero no puedo callar ante una de las actuaciones más bonitas y emotivas que he visto y vivido. Sentado sobre un taburete de terciopelo rojo en mitad del escenario, solo, con su guitarra y su voz, su voz y su guitarra, en la más estricta intimidad, comenzó a entonar:

Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

Bueno, miento. No estaba solo, sentado en un taburete de terciopelo rojo, con su voz y su guitarra, su guitarra y su voz. Lo acompañaba una luz, un cañón de seguimiento que apuntaba hacia él, señalándolo entre los miles a los que logró reunir allí. Porque él tenía un brillo especial. Y cuando digo que tenía un brillo especial lo digo de veras, pues su guitarra irradiaba unos destellos blancos que se proyectaban sobre las paredes, sobre el público. Y él jugaba con eso. Mientras cantaba mecía su guitarra, recogida en su vientre, y la guitarra nos guiñaba desde allí debajo con delicadeza, como todo lo que allí se vio. Cosa bonita.

Y por supuesto, tengo que dar las gracias a mi madre. A ella le encanta la poesía, y lo primero que escuché del dúo catalán-valenciano fue Nanas de la cebolla en boca de ella. Me descubrió a ambos a la vez. Así que no pude no acordarme de ella cuando Serrat, tras una breve narración a modo de introducción, comenzó a cantar:

La cebolla es escarcha
Cerrada y pobre.
Escarcha de mis días
Y de mis noches.
Hambre y cebolla,
Hielo negro y escarcha
Grande y redonda.


Y así fue transcurriendo la tarde… Hasta que acabó. Minutos de aplausos tras presentarnos a su banda y sus técnicos, y de atreverse incluso a remangarse la chaqueta y taconear al compás de esas características palmas que los sevillanos rinden sólo a los mejores. Y es que Serrat fue todo un caballero. Y lo más importante. Se comprometió a volver con sus grandes éxitos para dejarnos de nuevo con la boca abierta. Chapó don Joan Manuel.

Aquí dejo una de las canciones que nos puso los pelos de punta. Genial a la vez que tristemente real. Disfrútenla tanto como yo, aunque no sea en directo.



viernes, 4 de junio de 2010

Uno de esos días

viernes, 4 de junio de 2010 1
Hay días y días, y después están esos días. Esos días en los que te levantas pesada y cansada; en los que tu cabeza se dedica a proyectar todos esos momentos, frases, personas y situaciones inútiles para todo menos para sufrir; en los que tienes que resignarte por no tener nada en el bolsillo, ni siquiera unos míseros 13€; días en los que los apuntes se traducen a jeroglífico y el sofá pincha, la tele aburre más de lo normal, nadie por internet ve tus señales de socorro, el teléfono es mudo, la compañía nula, la música insulsa y los libros ilegibles, la calle demasiado calurosa para andarla sola y el sueño que puede llevarte de un día a otro -cual máquina del tiempo- no aparece por ningún sitio; días en los que no hay nada en la nevera ni energía para llenarla; en los que la ducha te aísla unos minutos, pero sólo porque tiene una mampara, no poderes; en los que lo malo se multiplica por 10 y lo bueno se divide por la mitad.

En esos días… ¿El mundo gira en sentido contrario o yo estoy boca abajo? ¿Cómo se vuelve al estado diligente? ¿Cómo se hace para volver a sentirse parte del resto?
 
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